Vacuna contra la apatía
No es aburrimiento ni desmotivación, tampoco es tristeza… Es la apatía, y cuando llega se instala como si fuera un parásito y va robando energía, vida e ilusión a todos los componentes del equipo. Una apatía que se contagia, que se transmite a la velocidad del rayo y que es capaz de transformar un equipo de alto rendimiento en otro de «alto pasotismo».
La gran duda es si fue primero el huevo o la gallina. ¿Pueden los jefes transmitir esta apatía? Por supuesto: todos conocemos unidades, servicios o centros completos en los que la actitud del gerente, director, supervisora o jefe se transmite. Si el jefe no cumple plazos, está animando a que nadie los cumpla. Si el nivel de calidad y excelencia del jefe es bajo, parece que esté enviando señales a todo el equipo. Y si el jefe lo hace, y parece que no pasa nada, ¿por qué no hacer lo mismo?
Pero… ¿y el equipo? ¿Es capaz de hundir al jefe más voluntarioso y motivado que exista? Sin duda. Jefes con ganas, con mucha capacidad y energía, que en pocos días son engullidos en una espiral de «me da igual», «y esto para qué», «total, tú estarás aquí cuatro días» o incluso los míticos «soy fijo y a mí no me van a mover» o «quién sabe mejor que yo como se hacen las cosas aquí». Y los jefes cargados de ideas innovadoras, humildad y alto nivel de trabajo en equipo se quedan desarmados. La apatía lo tiene fácil para ganar. Y por supuesto, si a los apáticos, a los que pasan de todo, nadie les dice nada, parece que la organización favorezca ese comportamiento. Como decía Mark Twain en su libro «Las aventuras de Huckleberry Finn»: «Bueno, entonces, dije, ¿para que te vale aprender a obrar bien, cuando es dificultoso obrar bien y no es nada difícil obrar mal, y el pago es igual en los dos casos?»
Y ahora pasamos a la parte práctica. ¿Cómo se puede vencer la apatía? Hay mil recetas pero depende de cada una de las personas, ya que pese a que puedan darse golpes de efecto colectivos, la solución está en ir partido a partido, o mejor dicho: persona a persona. Y si el jefe es el apático que contagia a todo el equipo, es preciso que haya al menos una persona vacunada contra este parásito, al menos una. Si todo el equipo cae junto al jefe, hay que extirpar. Y como los de arriba no suelen atreverse a tomar decisiones drásticas (desmontar un equipo, cambiar al jefe, etc), la apatía pasa de equipo a equipo y puede llegar lejos.
La vacuna la tienes aquí: en el fanzine, o en las redes, o en los libros, o en los blogs. En resumen, la vacuna está en muchas personas que sí merecen la pena. Busca a tu alrededor que habitualmente están más cerca de lo que piensas.
Miguel Angel Máñez