Una Caca Verde Esperanza

Por Antón Reina #enfermerajipi

Estamos en la mierda. O como lo quieras llamar. Podría usar diagnósticos de enfermedades mentales o lenguaje bélico. Da igual. Podría hablar de violencia social o de maltrato institucional. Es lo mismo. ¿Se trata de salud pública y/o de condiciones laborales? Ni lo comento ya… Por eso, en este fanzine siempre fascinante, me propuse escribir sobre muchas cosas. Pero la única palabra que puede definir todo lo recorrido este dos mil veinte, eso que me inquieta y que me remueve a la vez, es mierda. Mierda. Estamos en la mierda. Mierda. Mantengamos la calma.

Querida gente fanzinera, ojalá escribir esta carta en otro momento. De otra manera. Con menos distancia. Para expresar mejor cómo me siento. Pero mi punto más flaco es que me disperso. Por eso firmo como “enfermerajipi”, es lo que hay. Esta vez me gustaría escribir sobre muchas cosas a la vez. Unas para desahogar. Otras para reflexionar. Otras para compartir lecciones aprendidas. Otras para inspirar y otras para provocar, que de eso va la contracultura, no sé. Hay tanto por contar y tanto por compartir… Mas necesito reposo para recuperar vida. 

Escribiría un cuento sobre la vacuna y el malestar. Sobre cómo lo intelectual nos produce odio y división, en nombre de la evidencia científica. De esa que se presume pero casi nunca se demuestra. Me refiero a los posicionamientos basados más en un acto de fé que en el rigor de los datos… Pero prefiero escribir cuentos sobre cómo tocar fondo y reiniciar. Prefiero escribir sobre cómo de malo es lo malo. Sobre los caminos que creamos al seguir andando. Da igual hacia dónde quieras ir. Nos dirigimos a cualquier parte. Sin otro rumbo que el de sobrevivir. Para contarlo y tal vez aprender algo. Para revivir mi experiencia de sufrir un brote bipolar en pleno confinamiento. Pero esa es otra historia que todavía no sé cómo contar.

Escribiría un poema sobre el cuidado como horizonte político. Inspirado por la lectura de este cuaderno de José Laguna escrito para Cristianismo y justicia. Me lo recomendó Salvador @DoctorCasado hace unos días y creo que merece relectura. Puede que sea lo más valioso que puedo compartir. Porque podría revolucionar muchas opiniones sobre los cuidados y la sanidad. Sobre la política y la vulnerabilidad. Sobre la fuerza que tiene algo tan aparentemente inútil como es cuidar. Pobres enfermos, pobres de espíritu, pobres de cuidados, pobres de etiquetas. Ricos de pensamiento, ricos de ideas, ricos de generosidad, ricos de autocuidado y ricos de humanidad. ¿Qué opinas de ese sentido no tan utópico que nos guía hacia los demás como sociedad cuidadora? ¿Y si ese cuidado es lo que necesita el mundo? ¿Y si todo consiste en cuidar? 

Me gustaría escribir sobre salud mental y sobre espiritualidad. Sobre bienestar y calidad de vida. Sobre el sentido que tiene todo lo que hacemos. Sobre el sentido que le damos a nuestra propia existencia y lo que eso aporta a los cuidados enfermeros en la sociedad… Pero solamente obtengo ideas desencadenadas. Escribiría alguna metáfora meteorológica. Para describir el temporal que se avecina. Una fuerte tormenta para nuestra salud mental individual, familiar, profesional, cultural y comunitaria: Érase una marejada ciclónica de sufrimiento espiritual. De esas que inundan la costa de los cuidados y provocan graves daños en el sistema. Ese sistema de personas que cuidan de los demás. Limpiando. Ordenando. Administrando. Asistiendo. Apoyando. Curando. Sanando. Investigando. Enseñando… Somos gente que trabaja por y para la enfermedad. Sin tiempo ni espacio para hacerlo por y para la salud. O al menos eso parece.

Escribiría sobre los sanitarios como retretes de la sociedad. Otro sentimiento de tantos por tantas experiencias intensas en el trabajo. En ambulancias, lo mismo ayudamos en un parto de vida que acompañamos en un éxitus de muerte. Esta vez era caca. Con un olor tan intenso como desagradable. Tan maloliente como nuestras miserias. Todo eso que apesta porque molesta o mancha… Por sus colores que manchan y sobretodo por sus olores que permanecen. Tuve oportundidad de ayudarle a un señor a limpiar la caca de su madre. La señora era muy mayor. Se había caído al suelo al levantarse de la cama y se había cagado encima. No era una urgencia vital, pero estaba tan pringada que le tuve que ayudar. Se trataba de levantarla, nada más, aunque decidí ayudarle a lavarla. Manteniendo un mínimo de su dignidad. Lidiando con el agobio de la situación para todos. Madre, hijo y sanitario santo. Tan entero y estoico como pude. 

Somos cloacas. Sin acritud. Lo escribo como reflexión. No como lugar sucio, sino como vía necesaria para lo que no queremos mirar de frente, que son los cuidados a los más débiles, enfermos o desfavorecidos… Es la mejor metáfora que se me ocurre. Como sanitario, me siento más un receptáculo para la mierda, las miserias humanas y los deshechos sociales que un agente de salud. Porque tampoco se nos cuida. Aunque añadas la palabra profesional, como sustantivo o como adjetivo, vendrán otras olas y todavía me pregunto si estaremos preparados. Más problemas de salud mental, consecuencia inevitable de esta situación. A pequeña y gran escala. 

Así me siento, como un excremento. Deseando canalizar sufrimiento. Sanitarios como retretes. Porque nos ocupamos de la higiene. De lo malo. De la enfermedad. En el sentido de limpiar o eliminar la caca, de esconder lo que molesta, de lidiar con las miserias humanas. Esas miserias, desgracias y desventuras; esas necesidades, pobrezas y carencias; esos sufrimientos, suciedades y escaseces… Todo eso que sufren nuestros cuerpos, mentes, corazones y hasta espíritus del alma humana en sociedad. La comunidad planetaria está saturada. Tanta materia fecal parece difícil de evacuar. Y esa es nuestra misión, lidiar con lo enfermo de la sociedad.

Infectado, agotado y olvidado. Me siento más un lavabo o letrina para evacuar que un agente de salud para evaluar. Más como un ejército de váteres que como personas que valen. Somos sanitarios y no podemos tener criterio propio, porque somos soldados. Estás a favor del mismo discurso vacío o eres desertor. Como las brujas y los herejes. Sin derecho a dudar ni preguntar. Nos censuramos entre nosotros y nos castigan por cuestionar realidades. A mí por pedir transparencia. Y así lo pagamos caro, de muchas maneras. Por eso reflexiono sobre salud e higiene mental, precisamente. Hace más falta que nunca.

También necesito aliviar sufrimiento. Son demasiados golpes y pocas alegrías. Difícil de compensar tanto en lo personal como en lo profesional. Un año y un daño para el recuerdo. Espero que vuelvan otros locos años veinte. Los necesitamos. La vida tiene ciclos. Y cuando estás triste lo único que te puede animar es pensar en alguna luz verde. En forma de esperanza. Como el Fanzine de Nuestra Enfermería. Gracias por ser y estar. A los que son y están. A ti, que eres y estás… Gracias y que el daño te sea leve.

Así me gustaría sentirme. Salud mental para todos. Conste que no venía a llorar, sino a contar. Protegidos con bolsas de basura. Llorando ante aquellos aplausos. Comprando mis propias mascarillas. Recordando el jabón y la ventilación. Confinado en pleno brote bipolar. Brotado en pleno confinamiento total. Con secuelas físicas y familiares. Gestiónalo como puedas. Intentamos apagar fuegos con abanico. La realidad nos apalea en lo físico, biológico y farmacológico; en lo mental, emocional, anímico y familiar; en lo social, económico en general y judicial en particular. Muchos frentes que nos obligan al recogimiento y la recuperación.Esperanza para los tristes. Debajo de los duelos, de la rabia y del miedo; debajo de la angustia, del malestar y de la frustración; de bajo de tanta impotencia siento tristeza. Por eso ahora nos toca cultivar la esperanza, porque es lo único que puede animarnos. Aunque sea una ilusión. Aunque solamente se trate de jugar con la imaginación… Que el recuerdo de este dos mil veinte nos sea leve y sepamos sanar las heridas. Que podamos curar el daño sufrido y que solamente nos quede un agradecido recuerdo de todo este proceso de duelo, lleno de pérdidas y sufrimiento. Por eso seguiremos escribiendo cuentos sobre Navidad y Año Nuevo. Con ilusión, confianza y valentía.

by Anton Reina