Desearía gritar a los cuatros vientos cuanto hemos y estamos sufriendo a consecuencia del COVID-19 pero pensándolo bien no sé si arreglaríamos algo con ello, seguro que de nada sirve, siento que falta amor y empatía, que estamos ciegos, sordos y mudos ante una realidad mundial que nos azota con fuerza y me da miedo.
Si son solo tres cosillas: mascarilla, distancia social y lavado de manos.
Incertidumbre, desasosiego, miedo y estrés son palabras que nos acompañan a diario desde Marzo, creando poso, dejando huella, marcando un antes y un después en nuestra profesión #Enfermera.
En estos tiempos mantener la calma y la cordura es casi milagroso, nos bombardean con informaciones contradictorias, nos marean con normas antagónicas y la vida sigue como siguen las cosas que no tienen mucho sentido. Hemos olvidado la rutina, ya no sabemos lo que es la zona de confort y emocionalmente estamos rotos de desesperanza y de sufrimiento mientras que atónitos acudimos al circo de mantener y salvar la economía aunque cuesten vidas humanas.
En nuestro interior solo buscamos la paz y la fuerza que nos empuje a seguir adelante con cero rencor, porque cada día ir a trabajar es duro, muy duro y ver lo que vemos cuando salimos de trabajar es demoledor. Nos tratan mal dentro y fuera y eso cuando te dedicas a cuidar, no se soporta.
Cuando ves por primera vez morir a una persona algo cambia dentro de ti, no solo por la exhalación profunda, ni por el cambio de color apagado que anuncia el suceso, sientes la pérdida y la tristeza te abraza cuando avisas y recibes a los familiares; pero cuando te enfrentas a un evento critico potencialmente mortal que revierte con tus manos o tus cuidados la alegría te envuelve y de alguna forma sientes que unas veces se gana y otras se pierde, desde la tranquilidad de haber hecho todo lo que se podía con los medios que tienes a tu alcance.
Todos los días deseo que esto acabe, sueño con que todos unidos acabemos con el bicho que nos tiene en jaque, pero parece que la cosa va para largo, ósea que tendremos que ponernos el chubasquero para aguantar contra viento y marea, cruzar los dedos y cerrar los ojos (como cuando éramos niños) y dejar que la ola nos salte sin arrastrarnos.
Llevamos un mes con la frontera cerrada, sin ir a casa, ya en marzo nos tocó sufrir muchos días de aislamiento…, la historia se repite y el corazón se resiente, este años además continuando con el previo vino otra vez una enfermedad grave a visitarnos y a recordar que no mandamos en nuestras vidas y que lo importante es invisible a los ojos.
No puedo olvidar a los enfermos crónicos, a las personas con necesidades especiales, a los inmunodeprimidos, a los abuelos, a los niños y a todas esas personas que dependen tanto de lo que hagamos los demás, los llamados vulnerables; tampoco puedo olvidar a los que ya no están. Pienso que con que cada uno aportáramos un poquito, lograríamos grandes cambios que mejorarían seguro la situación.
Con todo esto en la batidora y con el único deseo de que todo vuelva a su cauce, intento reconciliarme con el mundo, apagando la tele y escuchando en mi interior, agarrada a mis raíces, recordando la esencia que nos trajo hasta aquí.
Por ti, por mí, por todos.
Cuídense les queremos vivos y sanos.
@IsabelPrez10