Maldita Enfermería

Maldita Enfermería

 

Te voy a pedir algo antes de que leas esta reflexión. Escucha la canción “Maldita dulzura” de Vetusta Morla. ¿Lo has hecho? Puedes comenzar a leer.

La enfermería es la profesión más bonita del mundo. Me ha convertido en la persona que soy, me enseña cada día grandes lecciones y esto es así porque trata de personas.

Estamos en el inicio de la vida, estamos en el final y por el camino también dejamos nuestra huella.

La enfermedad nos iguala, nos pone los pies en la tierra y nosotras (perdonadme los enfermeros, pero me voy a tomar la licencia de usar el femenino en este escrito) somos las espectadoras de estas caídas. Por nuestras manos pasa gente de toda condición. Las malas personas también habitan alguna cama de hospital y nosotras debemos mantener intacta nuestra objetividad con el fin de ofrecer esa “relación de ayuda” que nos caracteriza.

Hasta aquí hemos hablado de “dulzura”, a partir de ahora hablemos de “maldiciones”.

La enfermería es una profesión ingrata, maldita y corrupta. La sociedad que nos rodea lo es y nuestra bella profesión no se escapa de ello. El bien individual está por encima del bien común, a todos los niveles.

Si miramos un poco más lejos, por ejemplo hacia Japón, nos encontramos con un término llamado “Rentai”, traducido como “Solidaridad”. Consiste en dar parte de nuestro tiempo y esfuerzo para el bien común.

Los trabajadores japoneses son laboralmente perfectos, minuciosos y detallistas. Esto les trae grandes problemas, como por ejemplo las altas cifras de suicidios ante esta excesiva presión. Pero esto no nos ocupa en esta ocasión.

En España buscamos objetivos a corto plazo y el bien común nos importa más bien poco.

Pido perdón si alguien se siente ofendida u ofendido, pero aprovecho este espacio para hablar de generalidades. Se que hay grandes profesionales, empañados por otros muchos que son pésimos.

Hablemos del sistema que nos organiza en bolsas de empleo, en las que sólo somos números. Si puedes pagar, puedes subir puestos a la velocidad del tren bala japonés. Si conoces a alguien puedes publicar tres libros en medio minuto, pósters por 50 euros en plataformas que todos conocemos, másters en universidades virtuales, que lo mismo me da hacerlo de urgencias que de pediatría, pero si me cogen en el de geriatría también me vale.

Hablemos de esas diferencias entre comunidades. Debe ser que según donde te pongas enfermo es más importante que tu enfermera sea experta en publicaciones, másters y otros, o que tenga una experiencia laboral de años dando zapatilla por todos los pasillos del hospital.

Hablemos ahora de lo que suponía iba a ser el grueso de este escrito. ¿Quién dirige a las enfermeras? La respuesta es obvia, otras enfermeras. Voy a hablar siempre desde mi punto de vista de enfermera eventual, con 18 años de experiencia (igual se de lo que hablo, aunque sólo sea por observación del medio).

Desconozco los procesos de selección de vuestros hospitales y del mío propio para estos puestos, así que describiré “un mundo ideal”. Creo que estas enfermeras deberían poseer formación en liderazgo, gestión y desarrollo de personas. La corriente actual en el mundo de la gestión es poner en valor a las PERSONAS (de esto debemos saber un poco las enfermeras, es nuestra herramienta de trabajo), y un buen gestor conoce a sus trabajadores, fomenta las fortalezas y trata de mitigar sus debilidades. La asertividad, la empatía y la capacidad de analizar nuevas propuestas son rasgos que deben poseer aquellas responsables de dirigir equipos humanos.

Hablemos de jefas que dan carteleras semanales durante años a sus trabajadores, que por sistema les cambian su turno sin previo aviso, que con la satisfacción que da tener “la barriga llena” impiden que puedas ir a la boda de una amiga “por necesidades del servicio”,sin pestañear y sin tratar de encontrar una solución. Jefas que si les pides ir al quirófano porque lo conoces bien y te gusta, te ponen en pediatría porque “es lo que hay”. Jefas, jefes o que se yo, que sacan contratos de dos días. Y que cuando tienes más de 30 años y más de 10 de experiencia y firmas un contrato de 3 meses de verano, debes dar gracias por ello y aceptar que te quiten todos los descansos asignados.

Jefas, que piden que su personal de más de 40 años de experiencia eche a sorteo la noche del 24 de diciembre. Es que debe ser que los que están peleando en las bolsas de empleo a base de másters y pósters les compensa más puntuar por esos menesteres, ya se sabe que la enfermería no tiene nada de asistencial (modo ironía ON).

Hablemos de los motivos que nos llevan a hacer bien nuestro trabajo, esto daría para un escrito entero, pero no temáis, voy a terminar pronto. Lo que nos lleva a hacer bien nuestro trabajo es la satisfacción propia. No hay lugar para progresar simplemente por trabajar bien, a casi nadie le interesa oír nuevas propuestas, innovaciones o entusiasmo. Generalmente se tilda de rara o raro, a quien manifiesta algo diferente. La rebeldía está mal vista, pero es el rasgo de quien se cuestiona el por qué de las cosas o si podríamos mejorar entre todos, pero ya sabemos que el bien común es más propio de Japón.

Ya no hablemos de nada más, maldita enfermería, maldita dulzura la tuya. Hablemos para no oírnos, bebamos para no vernos, hablando pasan los días que nos quedan para irnos. Yo al bucle de tu olvido, tú al redil de mis instintos. Maldita dulzura la tuya, maldita dulzura la mía, maldita dulzura la nuestra.

Por Carolina Samalea, Enfermera en Evolución