Enfermeras desaprovechadas
desaprovechar
desperdiciar
despilfarrar
malbaratar
malvender
derrochar
malgastar
perder
tirar
aprovechar, usar, utilizar, disfrutar, gozar, tener, obtener, explotar, aplicar
Las enfermeras estamos realmente desaprovechadas. A riesgo de parecer demasiado reduccionista, pretendo abordar en pocas palabras un tema tan complejo como el de las causas de nuestra falta de poder, liderazgo, reconocimiento y consecuente desaprovechamiento respecto a la salud de la comunidad. Parece que las enfermeras, por el hecho de ser enfermeras, estábamos descalificadas a priori para participar en la vida política. Ahora somos clave. Estamos despertando. Nos estamos reconectando, organizando y movilizando.
La esencia enfermera es femenina. Para bien y para mal. Tenemos todo el poder y todos los problemas de las mujeres como género menos respetado socialmente. Y eso es tanto gracias como a pesar de nuestra historia de abnegación, generosidad y entrega desmesurada. Auxiliares, secretarias, ayudantes y técnicos viven la misma suerte. Por eso somos cada vez más fuertes, resistentes y resilientes. Estamos levantando la cabeza, expresando nuestro criterio y visión, aunque todavía seamos invisibles. Tanto como el cuidado de las madres y los padres. Tan poco reconocidas como los cuidados de los cuidadores informales, familiares o contratados, que soportan y sostienen el sistema.
Nosotros, las enfermeras, cuidamos. Vemos a cada persona de manera única y diferente, con su familia, su comunidad, sus circunstancias particulares y su entorno. Tenemos la visión profesional más global, más holística, más integral, más trasversal y multidisciplinar del ser humano. Nos interesan todos los condicionantes de la salud, por eso no nos dejan mandar más. No tenemos conflictos de interés y es evidente que nuestro criterio es más barato y rentable, más humano y respetuoso, más sostenible y colaborativo, más cualitativo y satisfactorio para el bien común. Nos importa la gente y tendemos a mejorar su calidad de vida. Trabajamos en cualquier terreno y somos solucionadoras de problemas. Estamos preparadas para gestionar y siempre defenderemos el estado de bienestar.
Lo de cuidar vale mucho, pero se ve poco. La esencia enfermera es el cuidado. Es todo un arte, una pasión y una profesión que van más allá de la vida y la muerte. Porque la dignidad de la vida pasa por el respeto y el cuidado a cada persona. Es lo más básico. Ese es nuestro trabajo enfermero. La relación con las personas. No son los números ni el dinero. No son las máquinas ni los ordenadores. Es el silencio, la escucha, la palabra, la presencia y todo eso que ofrecemos más allá de la técnica. Además, cuidar se valora poco porque cualquiera usa la palabra para quedar bien. Desde ventas de medicamentos y tratamientos, hasta anuncios de bancos o aseguradoras, por ejemplo.
El control del lenguaje y la perversión de las palabras. Ahí está la parte más difícil de reconocer. Quien controla el lenguaje también tiene el poder de controlar la conversación. La perversión a la que me refiero se manifiesta a la hora de intentar persuadir, manipular o dominar a las masas. Ya no hace falta decirles lo que han de pensar, pues basta con sugerir sobre qué temas se ha de hablar o qué tipo de palabras se han de usar. Repetimos recesión para evitar usar la palabra crisis. Usamos ajustes o reajustes en lugar de recortes. Enfermería en vez de enfermeras o enfermeros. Categorías profesionales para hablar de las diferentes profesiones dentro del sistema sanitario… y es que la palabra categoría implica una clasificación según criterios, rangos o jerarquías, lo cual establece relaciones poder económico, académico, político y de clase social.
El habitus y las clases sociales. Cada grupo profesional tiene su propia identidad, generada por muchos factores. Es un tema complejo, tal vez tan antropológico y sociocultural como filosófico, ligüístico y semiótico. Solamente voy a señalar el poder que ejerce el esquema de costumbres, formas de pensar, hacer y sentir dentro de cada grupo profesional. Más allá de las diferencias de salario, productividad, responsabilidades o recursos, las clases sociales sanitarias se mantienen por su manera de relacionarse entre sí y con los demás. Durante la formación se incorporan al inconsciente grupal una serie de normas no escritas que se aceptan y repiten en el tiempo sin cuestionarse. Como algo que ya estaba dispuesto antes de llegar y que costará mucho cambiar. Me refiero al castigo, por ejemplo, como forma de violencia en todas sus dimensiones e intensidades. Es evidente que aprendemos a tratar a los demás según nos traten a nosotros. La distancia, las malas maneras, el desprecio y la superioridad se adquieren sufriéndolas o recibiéndolas directamente.
¿Quién nos considera interlocutores válidos? El valor de las enfermeras no está claro socialmente y lo que hacemos no parece que esté solucionando problemas constantemente. Es normal que no estemos en ninguna agenda política para aportar el verdadero valor del cuidado que se merece todo el mundo. Todavía no se nos tiene en cuenta para tomar decisiones importantes tal vez porque nuestra identidad profesional ha de seguir mejorando y dando ejemplo social. Tenemos la oportunidad de dejar de ser cómplices necesarios y testigos pasivos del maltrato que está sufriendo la salud comunitaria. Es momento de mostrar y demostrar lo mucho que vale nuestro enfoque enfermero biopsicosocial y espiritual. Investigando más, emprendiendo más, cuestionando más, demostrando más e invirtiendo más tiempo y energía en transformar nuestro habitus de sumisas a insumisas.
Webgrafía sugerida:
- “Cuidadoras informales: una perspectiva de género”
https://previa.uclm.es/ab/enfermeria/revista/numero%2013/cuidadoras_informales.htm - “Quien controla el lenguaje tiene el poder”
https://elpais.com/cultura/2016/12/05/actualidad/1480939490_533161.html - “El habitus. Una revisión analítica” http://revintsociologia.revistas.csic.es/index.php/revintsociologia/article/view/680/849