¿Cómo llegué a ser enfermera?
Yo no había soñado de pequeña con ser enfermera, ni jugaba “a los médicos” con las muñecas, primero porque no tenía esa inquietud y segundo porque no tenía muñecas. Cuando eres la pequeña de cuatro hermanos en una familia humilde de un pueblecito del sur, las muñecas no son una prioridad, tampoco las eché en falta. Tuve una infancia dura, pero muy feliz, de mucho esfuerzo y sacrificio, pero rodeada de una excelente familia.
Mis padres, campesinos sin estudios, nos enseñaron que si querías conseguir algo había de ser a base de esfuerzo, pero también nos enseñaron algunas de las cosas más importantes de la vida: “deja ese asiento más cómodo a tu padre”, “saluda siempre al llegar a un lugar y despídete al irte”, “bájate de la acera para dejar pasar a esa persona mayor”, “acompaña al abuelo a su casa”, “ayuda a la abuela con las bolsas de la compra”. Nuestros mayores eran un bien preciado, al que había que cuidar con mimo.
Apenas cumplidos los veintiún años la enfermedad oncológica se coló en nuestra casa para llevarse a mi padre, nunca se pronunció la palabra “cáncer”. El desconocimiento, la ignorancia, el tan entonces arraigado “paternalismo” y el “pacto de silencio” llevó a la familia a una situación de sufrimiento añadido. Fue un largo año de dolor, de impotencia, de sentimiento de culpa, de lágrimas escondidas, de silencios forzados que acabó dejándonos un vacío aún mayor cuando él se fue.
Creo que ahí comenzó todo…
Pero no fue hasta muchos años después cuando el trabajo como auxiliar de enfermería me llevó hasta las urgencias de una clínica de Palma. Allí junto a un equipo humano excelente vi que las cosas se podían hacer de otra manera, que el trato hacia el paciente y la familia podía y debía ser exquisito, cercano, sincero, humano. Allí descubrí que mi sitio sin duda era éste. De ésta forma y cerca de la cuarentena me vi trabajando y estudiando Enfermería en la UIB, donde tres años después me diplomé.
Los comienzos no fueron fáciles, desde el principio quise trabajar en Atención Primaria porque me parecía un lugar donde poder desarrollar multitud de facetas como profesional y prestar mis servicios de forma más directa al usuario dentro de su entorno habitual. Pero la escasez de puestos de trabajo y los contratos precarios durante años consecuencia directa o indirecta de “la crisis” casi consiguen desanimarme .
Aún así tenía claro que era necesario continuar formándose, ¡¡hay tanto por aprender en ésta profesión!! y no sólo conocimientos prácticos y teóricos, sino informática, investigación, nuevas tecnologías, etc.. , porque somos una profesión en continuo avance y es por ello que, para ofrecer nuestros mejores cuidados, necesitamos una gran capacidad de conocimiento y de adaptación.
Adaptación a nuevos lugares, a nuevos compañeros, a nuevos procedimientos, a nuevas enfermedades, a nuevas guías de actuación, pero sobre todo a nuevas personas con situaciones vitales tan dispares y con necesidades no sólo de cuidados en salud sino de acompañamiento, de escucha, de consuelo, de apoyo y , en definitiva, de calidez humana.
La Atención Primaria o Atención Familiar y Comunitaria representa para mí esa puerta de acceso al CUIDADO en el sentido más amplio de la palabra.
Y es aquí donde ejerzo como enfermera de adultos. Donde procuro dar lo mejor de mí para ayudar a los pacientes y a sus familias a vivir sus procesos de la forma menos traumática posible y poder irme a casa con la sensación de haber intentado hacer bien mi trabajo.
Sólo espero conseguirlo.
Ana Requena Hernández
Enfermera CS Es Coll den Rabassa