Ambivalencia afectiva
Hace un año comencé mi vida de residente. Los nervios y el desconocimiento que hay ante un nuevo trabajo, un nuevo lugar donde vivir y en definitiva, un puesto de residente, sacaron la mujer valiente que llevaba dentro de mí y pensaba que no existía, mujer inquieta y de reivindicaciones.
Tras elegir mi plaza como enfermera residente de familiar y comunitaria, con los nervios que conlleva una decisión tan importante que repercutirá siempre en mi vida, empezó mi aventura agridulce. Creo que los sentimientos son como la piel de un tambor, pueden presentar la tensión justa para ofrecer el más bonito de los sonidos o aumentar la tensión y rajarse. Este año, he pasado de sentimientos dulces como el amor absoluto a mí especialidad a sentimientos desagradables como la agresividad y decepción constante ante el «troleo» a los residentes y la enfermería en general…
Triste es, que en 2019 no se sepa qué es un residente de enfermería, cuál es la finalidad de hacer una especialidad, cuál es su función o su derecho a formación constante. Creo que nunca lograré entender por qué, Enfermería y en concreto un residente de Enfermería con su fuerza, constantes relaciones humanas y accesibilidad, nunca dejará de ser un profesional inferior en el mundo sanitario, triste pero real.
Enfermería es y debe ser más poderosa cada día. Luchamos por una formación más específica, por ser » los amos» en determinados servicios y no sobrevivir a cualquier contrato que se nos presente, por alcanzar la excelencia en cuidados. Aunque recordemos, que para que algo funcione, nos lo tenemos que creer y quizá hace falta más amor propio a la profesión y compromiso para lograr desbancar estos mitos que nos pesan generación tras generación. Y entonces, quizá, algún día dejen de llamarnos practicantes para llamarnos profesionales.
Desde aquí me gustaría hacer un llamamiento al reconocimiento de la labor de cuidados, acompañamiento, confianza, integración y respeto que presenta la atención de Enfermería al paciente. Enfermeros que actúan de psicólogos, educadores, nutricionistas y entrenadores personales entre otros. Que además de lograr curar heridas, curan almas.
Afortunadamente mi camino no ha sido sólo de decepciones y piedras en el camino, sino que, también he tropezado con gente apasionada, emprendedora, que despierta en cada uno de nosotros curiosidades y ganas de lograr un cambio posible, real y de comienzo inminente.
Enfermeros, técnicos de cuidados, administrativos, médicos, residentes varios, celadores, vigilantes de seguridad, limpiadores, todos aquellos que humanizan cada día la atención al paciente, que no se dejan “envenenar” por las acciones nefastas de algunos y sí destacan las buenas acciones del resto. Capaces de hacer una tarde de trabajo agradable, docente y divertida a la vez. De ahí mis ganas de lucha y reivindicaciones, dónde difícil será que no despierte cada día con ganas de cambiar hechos y no palabras.
Destaco mi compromiso con mi tutor, con el cuál pretendo llegar a alcanzar su estilo, curiosidad y ansias de aprendizaje continuo. Además del compromiso con mis compañeros, familia, marido y conmigo misma de lograr ser una gran profesional sea como sea. Aún queda un año para seguir aportando mi granito de arena al trabajo de Enfermería y dejar mi huella en las familias y comunidad de Hellín.
Autor: Toñi Vélez
Lugar de trabajo: Enfermera interna residente de familiar y comunitaria en el centro de salud Hellín II. Hellín (Albacete)
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